Bocanadas de contaminación
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Tres mil novecientas personas murieron en los primeros nueve meses de 2020 por la contaminación del aire en Bogotá de acuerdo con la organización ambientalista Greenpeace, la cual además señaló que “la polución atmosférica le ha costado a la ciudad aproximadamente mil trescientos millones de dólares, es decir, más de 4 billones de pesos colombianos”.
En septiembre pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó las nuevas directrices mundiales sobre la calidad del aire, que se modifican después de la actualización hecha en 2005. Su presentación es algo que ha pasado de manera casi desapercibida, aunque el asunto tiene que ver con los debates sobre el cambio climático, la disminución de la capa de ozono y el calentamiento global, que acaparan la atención de los titulares sobre estas materias ambientales en los medios de comunicación.
En el mundo se presentan cada año más de siete millones de muertes prematuras como resultado de la mala calidad del aire; y de acuerdo también con las OMS se pierde otro tanto de millones de años de vida saludable de los individuos. Por esta razón la organización modificó casi todos los límites en los niveles de referencia de la calidad del aire con la esperanza que los países se comprometan a fijar esos parámetros como metas a seguir y salvar así millones de vidas en el mundo.
La evidencia científica recogida durante las últimas dos décadas muestra que los impactos en la salud de las personas por el aire contaminado son muy serios y pueden afectar cualquiera de sus sistemas orgánicos[1]. Las vías respiratorias de niños y adolescentes o el sistema cardiovascular en los adultos se pueden lesionar por la polución ambiental y causar enfermedades, discapacidad y muerte.
Son seis los contaminantes sobre los que la OMS presenta nuevas recomendaciones para lo cual obtuvo los datos más actualizados relacionados con su impacto en la salud. De acuerdo con el organismo multilateral, al actuar sobre los contaminantes clásicos -partículas en suspensión, ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono-, también se incide en otros contaminantes perjudiciales para los seres humanos. Los límites de medición de esos elementos que muestra la OMS en estas nuevas recomendaciones se reducen en dos y hasta cuatro veces en relación con los admitidos en el aire desde 2005, y así los hace más estrictos.
El índice bogotano de calidad del aire (IBOCA) que presenta la secretaría del medio ambiente, muestra un nivel moderado de contaminación con el seguimiento a tres de los elementos clásicos señalados y con los niveles anteriores de medición establecidos. Hay zonas de la ciudad que presentan resultados favorables, mucho más en ciertas temporadas y con ciertas condiciones meteorológicas en determinadas localidades. En Medellín se han presentado ya niveles malos y hasta peligrosos de contaminación en algunas épocas del año.
El IBOCA no contempla todavía los límites planteados por las nuevas recomendaciones de la OMS que son más exigentes. Estas últimas no son obligantes para los países, lo que no los exonera de su responsabilidad para adoptar cuanto antes las renovadas directrices propuestas que protegen mucho más la salud de la población. Los mayores contaminantes del aire están identificados y se relacionan con la deflagración de combustibles en diferentes sectores como el transporte, la energía, los hogares, la industria y la agricultura.
El veinte por ciento de la salud de un individuo se relaciona con las condiciones del medio ambiente en el que vive. Poca atención se presta a esta realidad pues los recursos para la salud se concentran en un noventa por ciento en la organización de los sistemas de asistencia médica, cuando estos apenas impactan un diez por ciento de la salud de una persona.
Ahora que nos hallamos en las discusiones para la renovación del Plan Decenal de Salud Pública estos temas de calidad del aire, así como los de acueductos, alcantarillados y saneamiento básico deben tener unas metas claras, tanto en las zonas urbanas como en las rurales; pero además, deben contar con la institucionalidad, la gobernanza intersectorial y los recursos financieros que las hagan cumplir. Esto hace parte esencial del derecho fundamental a la salud que tenemos los colombianos.
[1] Thurston,GD et a al. A joint ERS/ATS policy statment: what constitutes an adverse health effect of air pollution? An analitycal framework. Eur Respir J (2017) 49(1): 1600419. doi