Editorial: ¡De infarto!
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Descansemos un poco esta semana de la coyuntura sobre las discusiones relacionadas con la crisis y la reforma a nuestro sistema de salud.
Septiembre 29; una nueva conmemoración del día mundial del corazón que se celebra desde el año 2000, por iniciativa de la Federación Mundial del Corazón propuesta en 1998. El propósito central es el de acrecentar la consciencia sobre el impacto de las enfermedades cardiovasculares en la salud y el bienestar de la población.
Como lo hemos dicho en otras oportunidades, el envejecimiento de la población es un logro social inmenso que trae consigo un incremento en las enfermedades crónicas no transmisibles, entre las que se encuentran las cardiovasculares, por supuesto.
Las cifras de organismos internacionales son tozudas y no mienten. A nivel mundial se estima que alrededor de 18 millones de vidas se pierden cada año por estas enfermedades. Entre los años 1990 y 2021, se ha registrado un aumento del 72 por ciento en la mortalidad por enfermedad isquémica del corazón (CHD por sus siglas en inglés), del 47 por ciento por accidente cerebrovascular y del 92 por ciento por enfermedad hipertensiva.
En América Latina, durante el mismo tiempo se ha presentado un aumento del 100 por ciento por la primera, del 43 por ciento por el segundo y del 89 por ciento por la última. En el año 2019, en esta misma región, como resultado del impacto de las enfermedades cardiovasculares, se perdieron 36,4 millones de años por muerte prematura y se calcularon 4,5 millones de años vividos con discapacidad.
Al comparar las cifras entre los años 2010 y el dato preliminar de 2023 en Colombia, la mortalidad derivada de las tres condiciones cardio-cerebrovasculares mencionadas se ha incrementado en un 55 por ciento por enfermedad isquémica del corazón, un 24 por ciento por accidente cerebrovascular y un 52 por ciento por enfermedad hipertensiva.
Si miramos más en detalle, en los países de más altos ingresos la mortalidad por enfermedad isquémica del corazón ha disminuido entre 1990 y el 2021 en un 24 por ciento. Mientras que en nuestro país ha tenido un incremento de 127 por ciento entre los años 2000 y el 2021. Las tasas más altas se encuentran en los departamentos de Tolima (158,4 x 100.000 habitantes), Risaralda (133,5), San Andrés y Providencia (128,4), Quindío (127,3) y Caldas (126,5).
En relación con el accidente cerebrovascular es importante destacar que, en nuestro país, la mortalidad por esta condición sigue siendo más alta en las mujeres (53 por ciento) que en los hombres (47 por ciento) y los departamentos más afectados son Valle del Cauca (tasa de 50,9 x 100.000 habitantes), Atlántico (41,3), Risaralda (40) y Sucre (39,9).
La mortalidad por enfermedad hipertensiva viene disminuyendo en los últimos años; en el dato preliminar de 2023 se muestra en 18 por ciento menos que en el año 2021. Ojalá que ese descenso sea una tendencia que se mantenga. Los departamentos con tasas más altas son San Andrés y Providencia (36,9 x 100.000 habitantes), Bolívar (29,2), Nariño (26,8), Boyacá (26,2) y Arauca (23,9). Importante tener en cuenta que la mortalidad por esta condición también es más alta en el sexo femenino.
La incidencia en mujeres es particularmente relevante porque de acuerdo con el grupo Go Red for Women de la Asociación Americana del Corazón: “Las enfermedades cardiovasculares matan a más mujeres que todas las formas de cáncer combinadas y, aun así, solo el 44 por ciento de las mujeres reconocen que la enfermedad cardiovascular es su mayor amenaza para la salud”. En Colombia, un reciente sondeo reportado por miembros de la Sociedad Colombiana de Cardiología señala que tan solo el 10 por ciento de las mujeres encuestadas tiene clara esta realidad, que también se presenta en nuestro país.
Vivimos una especie de sindemia en el mundo con la conjunción de varias pandemias por enfermedades crónicas. La diabetes, la hipertensión arterial, la obesidad, el deterioro de la salud mental están extendidas en el plantea y en especial afectan los países de economía media y baja, con sus correspondientes estragos socioeconómicos. Son condiciones que se relacionan entre sí y conducen al padecimiento de enfermedades cardiovasculares que causan los más altos índices de mortalidad.
En Colombia todavía nos falta tomar más consciencia sobre estas materias. Las políticas públicas deben incrementar su atención sobre ellas. A la prevención, el diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno y efectivo, les corresponde mitigar el avance de las enfermedades cardiovasculares y buscar un mayor bienestar para la población. La ciudadanía requiere asumir a su vez, mayor consciencia sobre su propia responsabilidad.