Egan y la seguridad vial
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
El grave accidente de Egan Bernal hace un par de semanas debería ser la gota que rebose la copa de la indiferencia.
Desde hace varios años la OMS señala que los accidentes de tránsito son la primera causa de muerte en personas entre 15 y 29 años en el mundo. La estimación indica que 1,3 millones de personas pierden la vida cada año en el planeta por esta causa, y 20 a 50 millones sufren accidentes no mortales que dejan centenas de miles de personas con incapacidades de por vida. La misma organización señala que en términos económicos los accidentes de tránsito cuestan hasta el 3 por ciento del PIB anual de los países. Sin duda es un problema muy relevante de salud pública.
Debemos prestar mayor atención a este reto. Se necesita empezar por un adecuado registro de los casos y obtener la información más transparente y oportuna para comprender mejor la situación y tomar decisiones adecuadas. Por ejemplo, en el año 2019, Forensis reportó una tasa de mortalidad por accidentes de tránsito de 6,05 por 100 mil habitantes, mientras que el DANE, para ese mismo año presentó una tasa de 14,65 y la OMS de 15,42. Diferencias grandes entre esas entidades, que despiertan inquietudes sobre la calidad de la información.
En el 2020, de acuerdo con el DANE, la tasa de mortalidad por accidentes de tránsito disminuyó a 8,75 por 100 mil, reducción importante en este indicador, que estuvo impactado a la baja por el aislamiento obligatorio que hubo en el país para enfrentar la pandemia.
Porque en el año 2021, de acuerdo con el Observatorio Nacional de Seguridad Vial, fallecieron 7.270 personas por esta causa en el país (20 diarios), lo que nos devolvió a una tasa de 15,1 por 100 mil habitantes, superior a la reportada por el DANE en 2019. De ellos, 4.312 fueron motociclistas (59,3%), 1.566 peatones (21,54%), 852 usuarios de vehículos (11,7%) y 471 ciclistas (6,4%). Cifras que generan inquietudes y demuestran además el incumplimiento que tendrá el país si no atendemos bien este riesgo, frente al compromiso del presente Gobierno Nacional asumido ante la OMS, de reducir al menos en un 50 por ciento las muertes y lesiones causadas por siniestros viales para el 2030.
De otra parte, según datos del DANE, para el 2020 los departamentos que presentaron mayores tasas de mortalidad por esta causa fueron: Casanare -28,03 x 100 mil habitantes-, seguido por Arauca 25,15, Guaviare 24,23, Meta 19,46 y Huila 18,08. Estos datos no nos deben distraer la atención sobre las entidades territoriales de Antioquia, Bogotá, Cundinamarca, Santander y Valle del Cauca en donde, de acuerdo con Forensis, en el año 2020 se concentró el 45 por ciento del total de fallecidos por accidentes de tránsito.
El asunto crece a pesar de las campañas y acciones que buscan crear consciencia sobre el problema para lograr un mejor comportamiento de las personas en las vías del país. Han sido insuficientes, porque el consumo de alcohol todavía origina accidentes de tránsito. El exceso de velocidad de numerosos motociclistas y conductores de vehículos se sigue presentando, sin respeto por las señales de tránsito y de prudencia. Persisten la falta de uso de cascos protectores por muchos motociclistas y ciclistas, además del zigzagueo de estos mismos en calles y carreteras. La distracción de conductores por uso de celular u otras causas se mantiene. La imprudencia de un sinnúmero de estos últimos, en especial de aquellos choferes de servicio público, continúa. La falta de seguridad en la infraestructura vial permanece.
La vía pública es un espacio vital de convivencia y debemos trabajar todos para utilizarlo con respeto y seguridad. La infraestructura vial debería mejorar mucho más en seguridad e independizar los carriles de las diferentes modalidades vehiculares tanto en las ciudades como en las carreteras. Lo anterior tiene que ir atado a un desarrollo de cultura ciudadana. Si la familia es el núcleo esencial de la sociedad, la vía pública es su siguiente espacio de relacionamiento antes de llegar a centros de educación, laborales o de recreación.
Deseamos, como todos en Colombia, que Egan Bernal recupere pronto la salud y ojalá retorne a su nivel competitivo como profesional del ciclismo. Su vida y logros son un ejemplo y un orgullo para todos en el país. Su alta de la hospitalización es esperanzadora.
El tema no termina ahí; convendría que esa experiencia sufrida por él se convirtiera en un símbolo de lo que no puede seguir sucediendo en nuestras carreteras y ciudades.