Entre la inequidad y la cura

Diciembre 2 de 2021

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud

El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus señaló la semana pasada que la pandemia se acabará “cuando todo el mundo decida acabar con ella”; y un par de días después agregó que las variantes que se presentan, como la Ómicron, son producto de la distribución inequitativa de las vacunas en el mundo.

En las dos aseveraciones tiene razón. El mundo posee hoy las herramientas para terminar la pandemia, pues cuenta con las vacunas, las pruebas, los medicamentos y las medidas de mitigación individual y colectiva para hacerlo. Pero mientras el virus circule con libertad en diversas partes del mundo, persistirá el riesgo de sus mutaciones y variantes, que pueden convertirlo en un germen más agresivo al original o a las transformaciones que han surgido luego de su aparición.

Revisemos las cifras sobre las tasas de dosis de vacunas por 100 mil habitantes que nos presentan un panorama más preciso (muchas necesitan dos aplicaciones). Un análisis por continentes nos muestra que aquel con la más baja tasa es África con 17 mil, luego viene el Oriente medio con 75 mil, Europa 113 mil, Oceanía 118 mil, Asia 120 mil y las Américas, con la tasa más alta de 129 mil dosis aplicadas por 100 mil habitantes.  Especial atención merece para nosotros América Latina con una tasa de 123 mil.

La inequidad se halla concentrada en África, aunque existan países en cada uno de los continentes que muestran grandes diferencias ante sus homólogos regionales. En este último aspecto quizá la brecha más inequitativa se encuentra entre los países de Europa occidental y oriental; las naciones de este último subcontinente pueden descender a niveles de vacunación semejantes a los africanos.

En medio de este escenario de inequidad, que facilita la circulación libre del virus en ciertas regiones del mundo y por ello la posibilidad para la aparición de nuevas variantes, científicos del mundo discuten en espacios académicos sobre la gran opción que existe de no requerir más de tres dosis de vacuna para que una persona quede inmune contra el Covid-19.

Aunque solo el tiempo nos asegurará en los próximos meses si esto es cierto, la mayoría de las vacunas que existen para otras condiciones médicas requieren de 2 a 4 dosis, con intervalos diversos entre ellas. Las desarrolladas contra Covid-19 buscan evitar la enfermedad severa y la mortalidad, y hasta el momento esas son las bondades que han demostrado, a pesar de que con solo dos dosis hay algunos grupos de personas que han adquirido Covid-19 severo.

Sin embargo, hay científicos que consideran innecesaria la tercera dosis cuando en el mundo hay cientos de millones de personas que no han accedido ni siquiera a la primera dosis. Ellos consideran que la tercera sirve para “pulir la respuesta inmune de los afortunados " como lo dice la Dra. Giovanna Borsellino profesora de inmunología de la Fundación Santa Lucía de Roma.

La duda que subsiste es si dos dosis son suficientes para mantener inmunidad prolongada o permanente. Algunos inmunólogos señalan que al separar en cortos intervalos las vacunas su efecto en el largo plazo disminuye, por lo cual se requiere una tercera dosis para potenciar la eficacia. Esta última completaría el esquema y no sería un refuerzo como en el caso de la Influenza que lo requiere cada año.

Por eso, otros científicos como el Dr. Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de Baylor College of Medicine plantea que con una tercera dosis será suficiente para lograr la inmunidad definitiva. Más allá de pensar con el deseo, su reflexión tiene bases en el comportamiento de otras vacunas y en investigaciones que empiezan a surgir sobre estas posibilidades.

Dependemos de la evidencia que demuestre la inmunidad celular y su memoria a largo plazo. Por fortuna el organismo humano no tiene en los anticuerpos la única herramienta de protección y puede apelar a varias alternativas para protegerse. Veremos en los próximos meses si con una tercera dosis nos defenderemos de manera definitiva o requeriremos de dosis anuales de refuerzo.

Mientras esto se analiza, es claro que en cualquier escenario todos los países del mundo debemos ser solidarios con África y ayudar a una distribución más equitativa de las vacunas para acabar con la pandemia. Seguramente algunos más desarrollados y con mayores recursos, como los del G7, tendrán responsabilidades más significativas; pero todos debemos poner de nuestra parte.