La gripa que nos arrodilló pero no nos superará

Agosto 6 de 2020

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director del Centro de Pensamiento Así Vamos en salud

 

Cinco meses y estamos en el momento creciente de la epidemia en Colombia. Muchos se angustian y cuestionan el trabajo realizado por las autoridades. Sin embargo, ahora es cuando más requerimos conservar la serenidad.

Recordemos que este Covid-19 nos arrodilló porque una persona infectada está en capacidad de contagiar entre dos y tres personas, y estas últimas a su vez pueden transmitir el virus a otras tantos y así sucesivamente. Además, existe una población susceptible que se calcula hoy en el cuarenta por ciento del total.

El germen es de baja virulencia. Cerca al noventa por ciento de los casos son asintomáticos, leves o moderados; numerosos pasan desapercibidos. Los que fallezcan, se estima que al final serán menos del uno por ciento del total de la población infectada.

Con un virus de alto contagio y con un volumen importante de población que puede ser afectada, aunque la patogenicidad sea baja, la situación se convierte en un reto de salud pública. Con cien personas enfermas, cinco requerirían UCI y fallecería una; si hay un millón de contagiados, cincuenta mil necesitarían UCI y morirían diez mil. Junto a la tragedia, el riesgo incremental colapsaría el sistema de salud.

Existen tratamientos coadyuvantes con utilidad parcial, pero seguimos pendientes de confirmar que la vacuna sirva o que aparezca un medicamento que demuestre de manera contundente su eficacia.

Así, las autoridades sanitarias no poseen otra opción que adoptar medidas no farmacológicas para suprimir o mitigar la epidemia. La supresión tendría costos demoledores para la economía de un país como Colombia. Por eso se acogió la mitigación para controlarla. No tuvimos cierre absoluto para la población; más de treinta excepciones se establecieron en el primer decreto de aislamiento obligatorio, las cuales se han venido ampliando y hoy cerca al sesenta por ciento de la población se moviliza en las ciudades y los campos.

Con el avance mundial de la enfermedad y su concentración en las Américas, la epidemia tenía que suceder en nuestro territorio. Las medidas adoptadas permitieron preparar mejor al sistema de salud para esta etapa severa en la que nos encontramos.

Ha habido fallas, nada es perfecto. Al inicio pudo existir demora en los laboratorios adecuados, así como en la incorporación de pruebas diagnósticas; la situación mundial dificultó la negociación de insumos requeridos; algunas autoridades buscaron más el protagonismo político que la concentración en las tareas indispensables; los día sin IVA no fueron una buena idea, menos, en medio de las circunstancias que atravesamos; sectores de la población no han sido suficientemente disciplinados. Eso no quiere decir que la estrategia de mitigación haya fallado; algunos utilizan los datos de los últimos días para aseverarlo.

La mitigación ha permitido abrir la economía con la movilización gradual de la población, lo cual ha conducido a que la comunidad avance en el desarrollo de inmunidad sin que se desborde la capacidad de respuesta del sistema de salud. Este ha respondido a pesar de los fallecimientos, pero las acciones del personal de salud han permitido que sean los menos posibles.

Comparar las cifras colombianas con las de países de la región e incluso de la OCDE, evidencia un manejo adecuado. Tenemos una de las tasas más bajas de casos por millón de habitantes; igual de mortalidad, aún en la circunstancia en que todos los fallecidos sospechosos se confirmen. Se ha realizado una eficiente utilización de pruebas diagnósticas que nos coloca con bajo subregistro de casos, algo que todos los países confrontan en una epidemia.

La proyección de la pandemia en Colombia muestra que no tendremos un pico único y generalizado sino una meseta prolongada, con exacerbaciones de casos por ciudades y regiones. Primero fue Leticia, Buenaventura, Tumaco y Barranquilla con sus áreas aledañas; ahora Bogotá, en donde disminuirá también. Vendrán otras y debemos estar preparados para ello. El virus se mantendrá entre nosotros y los riesgos de rebrotes los tendremos que controlar con la responsabilidad compartida de los individuos, la comunidad y los gobiernos.

El mundo y la historia humana nos trascienden y prevalecerán. Esta situación que vivimos hoy será superada y las enseñanzas que trajo deberemos comprenderlas bien para cambiar nuestra vida personal, profesional y social. Habremos avanzado mucho si aprendemos a ser más solidarios y entendemos que convivimos en una biosfera que debemos proteger y que además el bienestar de los demás es parte fundamental del nuestro.