La pandemia del cáncer

Agosto 26 de 2021

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud

 

El sesenta y cinco por ciento de los carcinomas que se presentan en el mundo ocurre en los países de ingresos medios y bajos, de acuerdo con la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer[1]. Esta misma señala que el mayor incremento en los próximos 20 años, por el diagnóstico de esta patología a nivel planetario, se presentará de manera predominante en los países de ingresos bajos, con la proyección de doblar el número de muertes[2].

Aunque Colombia no se halla en este último grupo de países, para el año 2019 la sumatoria de todas las formas de cáncer presentaba una tasa de mortalidad de 96 por cien mil habitantes, bastante por encima de la tasa de mortalidad por infarto cardíaco que referenciaba el mismo año una cifra de 76 por cien mil (la primera causa por enfermedad individual)[3]. Los departamentos del país en donde se encontraron las más altas tasas de fallecimientos debidos a neoplasias estaban en la región andina, en especial el Viejo Caldas, Valle, Antioquia y los Santanderes. Estos datos pueden estar relacionados, entre otras razones, con que en esas regiones se hallan los mayores niveles de envejecimiento de la población.

La pandemia por Covid-19 ha incrementado el riesgo para que se presenten en un futuro mediato e inmediato más personas diagnosticadas con cáncer. Tanto en Colombia como en la mayoría de los países del mundo, las cuarentenas que se han establecido, el cierre obligado de servicios de atención médica o su derivación hacia el cuidado de la demanda de pacientes con Covid-19, unidos -por la pandemia- a la elusión de las personas a buscar las revisiones y los chequeos médicos requeridos, conducirán a que se incremente la morbilidad y la mortalidad por los diferentes tipos de cáncer. Esto será un impacto a nivel mundial y no solo en nuestro país.

Asimismo, la pandemia y el plan de vacunación contra Covid-19 han presentado la inequidad que existe para el acceso adecuado y oportuno a los servicios y a las nuevas tecnologías de la salud. No es un hallazgo novedoso, pero tanto la una como el otro lo han mostrado con más evidencia. En el manejo del cáncer ocurre algo semejante; los desarrollos más avanzados y costosos para el diagnóstico y el tratamiento de esta condición médica los tienen los países más desarrollados, mientras que el acceso a esos progresos científicos se encuentra muy limitado o ausente en la mayoría de los países de ingresos medios y bajos.

Esto sucede en el entorno de nuestro sistema de salud en el cual un reto sistémico, que venía de atrás, se ha agravado con la pandemia por Covid-19, en especial debido al impacto de su tercer pico. Se trata de la financiación sostenible del sistema. Hay síntomas claros de la delicada situación por la que atraviesan la EPS y varias IPS en esta materia en la actualidad.

El denominado acuerdo de punto final para el pago de deudas atrasadas no se ha materializado en su totalidad y va a mitad de camino; las reservas financieras que lograron algunas EPS a finales de 2020 desaparecieron en el tercer pico pandémico -entre abril y julio de 2021- por cuenta del exceso de hospitalizaciones y tratamientos prolongados en UCI de miles de pacientes; la morbilidad contenida por enfermedades crónicas, en la que como ya dijimos el cáncer se plantea como una pandemia mundial que afectará a Colombia también, es una sombra clara en el horizonte.

Los recursos deberán materializarse porque Colombia requiere estar preparada para el impacto que tendrá el represamiento en la atención de las enfermedades crónicas y en especial del cáncer, luego que termine la pandemia por Covid-19. De hecho, ya se puede estar vislumbrando. Ante el riesgo de una pandemia por cáncer, como se menciona a nivel internacional, deberíamos reforzar ya el plan de acción nacional a varios lustros.

El Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de Cancerología y las EPS, en el marco de sus competencias, deben avanzar aún más en el asunto, que incluya recursos financieros, mayor investigación, detección precoz, renovados modelos de atención, rutas de servicios claras e incorporación de tratamientos pertinentes y oportunos. Fortalecer desde ya el modelo de atención con rutas integrales para esta enfermedad y la vigorización de redes integradas de prestadores, son tareas esenciales, junto a la formación de más personal calificado y mejor distribuido en las regiones.

[1] International Agency for Research on Cancer. The Global Cancer Observatory. https://gco.iarc.fr/

[2] Idem

[3] Estadísticas vitales DANE 2019