La salud pública: entre la pandemia y la sindemia
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Pasan los años, la tecnología avanza y la medicina ha protagonizado progresos maravillosos; sin embargo, en lo esencial el mensaje para hacer comprender mejor que la salud va más allá de un hospital, una bata blanca y un fonendoscopio no ha sido efectivo. El bien público de la salud se ha constreñido para organizar redes de servicios, realizar exámenes de laboratorio, establecer diagnósticos de enfermedades y formular medicamentos.
Además, la nosología clasifica las condiciones médicas y las compartimenta en silos separados, individualizadas, identificables, limitados, como si no existiera relación entre los diferentes sistemas orgánicos del individuo y este no fuera un ser completo sino fragmentado y alejado del entorno que lo rodea.
Una consecuencia es que los pacientes se sienten fraccionados y anhelan la atención que los comprenda en su integralidad. Las especializaciones médicas se han desarrollado mucho y permiten saber cada día más de mucho menos y a mayor costo. Lo paradójico es que los grandes saltos en la expectativa de vida de las personas a nivel mundial se han dado por la atención de determinantes sociales y económicos que no tienen que ver directamente con la organización y la prestación de servicios médicos. La salud pública no ha sido la especialidad más glamorosa en el sector, pero quizá es la más trascendente para la humanidad.
Desde hace muchos años reconocemos que en el mundo tenemos invertido el foco del gasto en salud y la conceptualización que existe de ella no se halla orientada a su cuidado y preservación, sino esencialmente a la atención de la enfermedad. El enfoque no se encuentra en aprender, enseñar y practicar aquello que genera salud para conservarla, sino en utilizar la tecnología al costo que sea, para recuperarla -así sea parcialmente- cuando la hemos perdido por no cuidarla. Esta no es una discusión novedosa en el sector; de hecho, algunos la consideran ingenua y anodina.
A pesar de ello la pandemia ha sido una bofetada para despertar de ese letargo en que nos hallamos sumidos por el statu quo de la medicina en las naciones. Ojalá cuando aparezca la vacuna y surjan medicamentos que ayuden a controlar el virus, no volvamos a refugiarnos en una normalidad que quedó cuestionada por la Covid-19.
Que el sistema de salud del país mejor clasificado hace un año por su capacidad para atender situaciones de crisis sanitaria tenga descontrolada la epidemia y resulte con el mayor número de casos reportados y fallecidos en el mundo, debe llamarnos a una reflexión sobre la orientación de la salud pública y a reevaluar esquemas y metodologías que no se han trasformado ante la evolución de los riesgos que confrontan las sociedades modernas.
Lalonde en su informe de 1974 lo señaló. La salud de un individuo depende en un 90% de sus hábitos de vida, su genética y del medio ambiente que lo rodea. Esta realidad la hemos enfocado de diferentes formas. Hemos hablado de determinantes sociales y económicos de la salud, de intersectorialidad y de protección social para reafirmar ese concepto integrador. A muchos les molesta estos términos, porque les parecen generales y dispersos y quieren mantener la salud en el ámbito reduccionista de la biología humana, la farmacología, el desarrollo tecnológico y la organización de servicios de salud para atender la enfermedad.
Hacia finales del siglo XX lo señalaron Merrill Singer y otros de una manera renovada, cuando reafirmaron el concepto que denominaron sindemia. Una noción más antropológica que médica y cuyo significado se relaciona con la sinergia de dos o más epidemias que coexisten e incrementan la carga de la enfermedad en las personas y en los sistemas de salud. Sida y tuberculosis o Hepatitis C y abuso de alcohol; Asma y virus sincitial respiratorio. Son ejemplos que además se exacerban por los factores socioeconómicos y étnicos que confrontan las personas y las sociedades.
El editor jefe de la revista The Lancet señaló a la Covid-19 como una sindemia porque aumenta el impacto en morbilidad y mortalidad de otras condiciones, en especial enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión arterial, el EPOC y las patologías cardíacas.
Ante la realidad que este virus se mantendrá entre nosotros y con su llegada nos hizo más evidentes las condiciones biológicas y socioeconómicas que afectan la salud de las personas, requerimos una visión renovada e innovadora de la salud pública en las naciones y de la salud global en el planeta.