Los virus y los votos

Agosto 27 de 2020

Augusto Galán Sarmiento MD.MPA

Director del Centro de Pensamiento Así vamos en salud

 

La salud y las posiciones políticas muchas veces van en contravía. En varios países del mundo lo hemos podido constatar durante esta pandemia.

Estado Unidos y Gran Bretaña ostentaron en el año 2019 los dos primeros puestos respectivamente en el Índice de Seguridad Global en Salud -GHI por sus siglas en inglés- presentado por el semanario The Economist en asocio con NTI Building a Safe Word y Johns Hopkins University. Lo paradójico es que en el manejo de la pandemia por Covid-19 estas dos naciones no han demostrado los mejores resultados ni la estrategia más acertada. En el caso de América Latina, Brasil tampoco.

Los tres países tienen un común denominador en la actualidad; gobernantes populistas. Bolsonaro se distanció claramente de los criterios científicos e influyó en sectores de su población que ignoraron las recomendaciones de los expertos; bloqueó la publicación de estadísticas sobre la situación del COVID en su país, aunque luego la Corte Suprema ordenó presentarlas. Johnson por su parte retrasó decisiones y envió señales que relajaron medidas y actitudes ciudadanas contra el virus. Trump debilitó la Organización Mundial de la Salud y al interior de su país politizó recomendaciones de sus propios asesores sanitarios con la consecuente desorientación ciudadana acrecentando la polarización que mantienen.

Que existan políticos populistas con un tema social y humano tan sensible como la salud no es novedoso. En realidad, es muy fácil que muchos políticos caigan en ese juego por intereses y conveniencias coyunturales que ponen en riesgo a las personas que consideran acertados los ilusorios planteamientos por credulidad o desconocimiento.

No siempre lo que parece razonable de manera transitoria contiene la verdad que le conviene a la sociedad. Mucho menos en este caso, cuando el proceso de aprendizaje sobre la forma de contagio del nuevo Coronavirus, su detección y tratamiento, se han hecho sobre la marcha acelerada de la pandemia. La incertidumbre y el temor que esto genera en los ciudadanos es pasto fértil para apelar al discurso político apegado a la desinformación y a los intereses particulares para decir lo que desean escuchar los ciudadanos, aunque no sea lo que más les convenga.

Colombia no ha estado ajena a esas posiciones que estimulan agendas ideológicas y controvierten el conocimiento y la evidencia científica, muchas veces con curas “milagrosas”, casuísticas o anecdóticas. Hemos visto a un alcalde médico promover la utilización de un tratamiento de amplio uso veterinario, basado más en el deseo que en la demostración del beneficio contra este virus y del uso seguro en humanos. Recordamos a otro burgomaestre que se apresuró a señalar la fabricación de respiradores de bajo costo como si con ellos se lograra resolver la epidemia y aunque no se habían demostrado todavía estándares de seguridad. Encontramos las declaraciones del parlamentario influyente que recomienda infusiones de “mataratón” para controlar la infección. Escuchamos a otra autoridad local crear una polémica pública con las unidades de cuidado intensivo, medicalizar la pandemia y distraer la atención sobre las medidas no farmacológicas que debería aplicar en su ciudad para controlar la expansión del virus. Así mismo, tuvimos la decisión sobre el día sin IVA que podría contabilizarse también en esa lista.

La literatura científica muestra numerosos artículos sobre la creciente investigación que evidencia los riesgos del populismo en la salud de la población. La post verdad utilizada para discriminar grupos marginados de la población que puede afectar su salud; los movimientos antivacunas respaldados por posiciones políticas o religiosas y que en el caso colombiano afectaron esfuerzos de la lucha contra el cáncer de cuello uterino, también son ejemplos de ello.

El deterioro de la salud en la población, derivado de posiciones populistas, puede favorecer a los políticos y movimientos que las promulgan; en especial a quienes ostentan enfoques extremos, lo cual adiciona sal a la herida.

Por fortuna no atravesamos un proceso electoral inmediato; es posible que esto haya ayudado a moderar esos comportamientos o discursos políticos. Las reformas sociales y de salud que se deberán efectuar para que Colombia progrese hacia un desarrollo más solidario y equitativo, no podrán estar lideradas por el objetivo de algunos dirigentes políticos de conseguir unos votos y poderes transitorios, sino por criterios técnicos y consensos sociales ante la necesidad de superar las debilidades en las estructuras de protección social del país que se hicieron más evidentes con esta epidemia.