Panorama agridulce

Septiembre 2 de 2020

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director del centro de pensamiento Así Vamos en Salud

 

Seis meses desde el primer caso y Colombia entra esta semana a la fase de reapertura total en el marco de un aislamiento selectivo ante la pandemia. A la fecha, varias regiones del país han atravesado la primera etapa de afectación; de ellas Bogotá es la más representativa por tamaño poblacional y número absoluto de casos presentados y personas fallecidas. Nada ha terminado aún y los demás territorios del país no deben guiarse en sus decisiones con la idea que todo se superó porque Bogotá abrió la economía. Otras ciudades todavía tienen camino por andar y se encuentran en un período creciente de su propia curva epidémica.

El resultado a la fecha es agridulce, aunque la comparación con otros países muestra un balance favorable. La estrategia adoptada permitió que el impacto en salud por el número de casos reportados y fallecidos haya sido mucho menor al que originalmente se proyectó con los datos disponibles entonces. En contraste, el golpe económico y social se vislumbra muy significativo.

Sobre lo primero, al comparar los indicadores sanitarios del inicio de la pandemia con los actuales, se demuestra una variación positiva y significativa. El número reproductivo básico bajó de 2,28 a 1,12. La tasa de crecimiento diario de pacientes de 5% a 1,7%. La fatalidad de 5% a 3,2%.

Los días para la duplicación del número de infectados reportados pasó de doce en mayo a cuarenta hoy. El número diario de pruebas PCR subió de menos de mil en un solo laboratorio, a cerca de cuarenta mil en más de noventa centros diagnósticos aprobados. Las unidades de cuidado intensivo aumentaron desde 5.350 en marzo a 10.013; su tasa de ocupación promedio se encuentra por debajo del 70% aunque Antioquia, Bogotá, Cauca, Huila y Santander mantienen cifras superiores a este porcentaje.

El panorama económico y social es diferente. Las estructuras de protección social para los ciudadanos del país demostraron fragilidad muy rápidamente. Los colegios y las universidades estaban con la guardia abajo para cumplir con la transición necesaria hacia la educación virtual. El desempleo se duplicó y superó la barrera del 20% con el consiguiente aumento de la informalidad. Alrededor de tres millones de compatriotas más no podrán cotizar a la seguridad social a finales del año lo cual significa desprotección financiera y de ahorro para ellos y sus familias.

La OCDE pronostica que la economía colombiana decrecerá a una cifra negativa de menos 6,1% con el pico de epidemia que hemos tenido; si hay otro la situación será peor de acuerdo con sus proyecciones. Lo anterior en un contexto mundial en el cual, según Oxfam -organización internacional de lucha contra la pobreza- de no tomar las medidas urgentes para rescatar los países, alrededor de 500 millones de personas ingresarán o regresarán a la indigencia como resultado de la pandemia.

Evitar una segunda cúspide de contagio no es compromiso exclusivo de la cultura ciudadana que mantenga las medidas de higiene personal y distanciamiento físico. Sin duda esto hay que hacerlo para que los ciudadanos cumplan bien su parte en la estrategia, acompañados de más información y seguimiento. Pero igual de importante es que las autoridades locales, regionales y sanitarias no evadan su responsabilidad de vigilancia epidemiológica y realicen más pruebas diagnósticas mediante un adecuado rastreo y detección de casos positivos, para aislarlos selectivamente y ubicar con prontitud sus contactos.

Junto a ello, el desafío mayor se encuentra en reactivar la economía; y para lograrlo se necesita más gobierno, más ayudas financieras a las poblaciones vulnerables, más dignidad humana; y menos, mucha menos ortodoxia económica. Lo han señalado economistas del nivel del premio nobel Esther Duflo en el Congreso de la Andi la semana pasada.

El Estado colombiano tienen las herramientas para impulsar las reformas laboral y tributaria, el desarrollo rural, el de infraestructura y el de bienes públicos para generar empleo, incrementar el consumo interno y dinamizar el aparato productivo hacia el progreso de la Nación.

Hoy es oportuno reafirmar lo que mencionamos en un artículo anterior “No se trata de establecer algunos instrumentos de ayuda que permitan pasar el río chapoteando; lo que se necesita es construir el puente para que todos lo transitemos con bienestar.

La mejor expresión de solidaridad que los habitantes de este país podemos demostrar, se encuentra en la Protección Social sólida y equitativa que logremos desarrollar para cumplir el objetivo del bienestar igualitario de toda la población. No es un tema de limosnas es un asunto de derechos”.