Salud y democracia

Mayo 6 de 2021

 

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director del Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud. Exministro de Salud

 

La salud integral abarca también la participación de las personas en las decisiones democráticas. Expresar los pensamientos y las opiniones, así como manifestar la satisfacción o el descontento ante las decisiones políticas que impactan o benefician su diario vivir, hace parte de aquellos factores determinantes de la salud de los ciudadanos que no se encuentran en la visión tradicional que se tiene de ella, la que para muchos está circunscrita a la atención de la enfermedad en el consultorio, el hospital, con la bata blanca, el fonendoscopio y los medicamentos. 

Colombia ha tenido en su historia diversos factores que han constreñido la participación de los individuos en sus determinaciones democráticas. La violencia y el conflicto armado; los desplazamientos forzados; el racismo soterrado; la estigmatización social; las limitaciones en el acceso a los bienes públicos y a la información transparente, a la educación, al empleo digno y a la protección social, son de los más relevantes. Ellos producen en las personas miedo, frustración, depresión, angustia o ira contenida y estas condiciones no son sanas porque constriñen el desarrollo de las capacidades para mantener el equilibrio emocional.

La desconfianza creada en el individuo hacia las demás personas y las instituciones se constituye en un síntoma relevante de carencia de salud mental. Esta sociedad colombiana la tiene en gran medida, por lo cual es difícil construir tejido social. La suspicacia, el recelo, la incredulidad, el escepticismo o el pesimismo se perciben en las comunidades. Lo demuestran estudios de capital social que con regularidad se hacen en el país. Menos del diez por ciento de las personas encuestadas confían en sus congéneres en la actualidad.

Participar en las determinaciones democráticas que nos pueden causar bienestar o malestar es un elemento clave para la salud mental de los ciudadanos. La corrupción y las mentiras o manipulaciones que muchos dirigentes partidistas han convertido en parte esencial de sus estrategias de campaña para satisfacer sus intereses y sus ansias personales de poder, se unen a los factores de constricción a la participación ciudadana que mencionamos en párrafos anteriores para acrecentar en los individuos esa desconfianza que dificulta construir un destino colectivo, y generan la segmentación, los sectarismos, los dogmatismos y las polarizaciones. La desconfianza lesiona el respeto por los demás y por la libertad para que expresen sus ideas. Sin una democracia integral no puede haber una población plenamente sana.

Encima de ello, la pandemia condujo a establecer una serie de medidas no farmacológicas necesarias, pero que en cierta medida restringen las libertades individuales. También limitó las posibilidades laborales, resultó insuficiente la protección social y deterioró la economía al punto que los datos del DANE permiten constatar algo que se presumía hace un año cuando iniciaba la epidemia; la población se empobreció de manera significativa y se borraron de un tajo los avances sociales que habían tardado una década para alcanzarse. Todo lo anterior ha acrecentado el miedo, la frustración, la depresión, la angustia y la ira que mencionamos; la desesperanza se ha ampliado y se ha incrementado la desconfianza ciudadana que venía. Colombia no ha estado exenta del aumentó en la demanda de consultas de salud mental como resultado del Covid-19, de acuerdo con estudios globales de la OMS, los cuales a la vez indican que la pandemia también incrementó los obstáculos para acceder a los servicios que las deben atender.

Gobernar una Nación en estas circunstancias requiere no solo de agudeza política, capacidad administrativa y soporte técnico, sino aún más, de la inteligencia emocional por parte de los dirigentes para escuchar y comprender a una población herida y adolorida, a la par que irascible. Restringir o estigmatizar la manifestación ciudadana pacífica es contraproducente. Las personas deben tener la posibilidad de expresar sus pensamientos y sus opiniones, así como de contribuir en las soluciones y exteriorizar la satisfacción o el descontento ante las decisiones políticas que impactan o benefician su diario vivir. De lo contrario se sustrae uno de aquellos determinantes de la salud integral de los ciudadanos. Sin violencia claro está, nada la puede justificar provenga de donde provenga.

En estos momentos dolorosos de dificultades nuestros dirigentes políticos, sindicales, gremiales, sociales y empresariales deben asumir un liderazgo compasivo y colectivo que convoque al país por el camino de la reconciliación y la recuperación social y económica con el horizonte de un desarrollo equitativo para todos que corrija las condiciones que han generado el descontento social. Así tendremos la opción de rescatar la confianza perdida, fortalecer la democracia y avanzar para sanar las dolencias que afectan nuestra salud mental colectiva.