Tapabocas para todos
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director del Centro de Pensamiento Así Vamos en salud
Hace cuatro meses en los países occidentales se dudaba de la utilidad del uso del tapabocas. Mientras que en Europa y en la Américas nos parecía innecesario e incómodo, para los asiáticos se constituía en una prenda indispensable en su atuendo cotidiano.
Los asiáticos, señalaban que el uso del tapabocas se hacía indispensable por dos razones. La primera, porque disminuía de forma importante la transmisibilidad del virus; y la segunda, porque demostraba respeto hacia las demás personas. Con el uso de tapabocas me cuidaba y a la vez te cuidaba.
Adicional a ello, indicaban que utilizar de manera colectiva el tapabocas eliminaba el estigma hacia las personas enfermas por el virus porque evidenciaba que este nos afectaba a todos por igual, sin ningún distingo.
El escepticismo de occidente se mantuvo hasta que se empezaron a publicar artículos científicos que mostraba la efectividad del tapabocas. Las máscaras N95 evidenciaron una protección superior contra partículas de un tamaño similar a la influenza.
Un estudio de modelaje realizado por Yan y colaboradores estimó una reducción de 20% en la incidencia de enfermedad respiratoria en la comunidad con el uso del tapabocas, asumiendo que de 10 a 15% de la población utilizara cubrebocas de filtrado medio o respiradores N95.
Además, las mascarillas quirúrgicas desechables mostraron ser más efectivas para reducir la exposición a partículas y los resultados sugirieron que el beneficio de las hechas de tela era marginal para proteger a los individuos. Otro estudio de tapabocas caseros y quirúrgicos mostró que ambos redujeron en forma significativa el número de microorganismos, aunque los quirúrgicos fueron tres veces más efectivos que los caseros. Las investigaciones demostraron que los tapabocas juegan un papel vital en la disminución de la propagación de Covid-19, porque el virus desaparece cuando no puede encontrar huésped fácil.
En conclusión, las mascarillas de alta calidad -doble capa de tela no tejida y una tercera de filtro- son efectivas para disminuir la transmisión del Covid-19 y las debemos usar como está recomendado.
En Colombia encontramos muchas personas que no utilizan tapabocas en público y muy probablemente tampoco en privado. Muchos los usan mal; en tanto que otros parecen fijarse más en los diseños y colores atractivos sin atender la protección técnica indicada.
Corea del Sur, uno de los países más exitosos contra el virus hasta la fecha, comenzó el proceso de adquisición de tapabocas de alta calidad a fines de febrero y se los proporcionó de manera asequible a sus ciudadanos al asociarse con farmacias de todo el país.
Taiwán, la República Checa, Alemania, Vietnam han demostrado que al convertir en lugar común el uso del tapabocas en público, se disminuyeron drásticamente los casos de Covid-19. Francia y otros países están en camino de adoptar la medida obligatoria.
El costo de producción es bajo. De acuerdo con industriales consultados se puede encontrar en alrededor de cinco a diez centavos de dólar por unidad. Si los gobiernos nacional y subnacionales le entregaran de forma gratuita a los ciudadanos, cada mes, cuatro tapabocas de alta calidad, el gasto anual podría estar en una cifra semejante al costo de dotar las cinco mil unidades de cuidado intensivo que se han fijado como meta de expansión a las que teníamos en el país al inicio de la pandemia.
Por supuesto que los tapabocas solos no eliminarán el riesgo que tenemos cuando el Covid-19 posee más de una vía de transmisión. Cualquier tapabocas, por eficiente o efectivo que sea, debe usarse de forma adecuada y junto con otras medidas preventivas como la distancia física, la desinfección, la buena etiqueta respiratoria y el lavado frecuente y efectivo de manos.
El virus continuará después que superemos el pico de la epidemia. Una medida como esa ayudaría a producir un impacto muy grande sobre la transmisibilidad del virus; la incidencia de la enfermedad bajaría mucho al igual que la cantidad de personas infectadas y, en consecuencia, la de aquellos que requerirían cuidado intensivo. Ayudaría a evitar rebrotes y la economía podría moverse con mayor dinamismo. Una inversión costo-efectiva; la prevención siempre ha sido más económica que la curación. El ejemplo se encuentra en los países mencionados.