Tensión represada
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Lucrecia[1] se encuentra tras una cita para controlar su estado de salud por hipertensión arterial. No ha visitado un médico desde que se inició la pandemia a pesar de que ha tenido síntomas que la inquietan. Algunos dolores no muy intensos en el pecho que no sabe interpretar, acompañados de falta de aire al subir escaleras empinadas. También, en otras ocasiones ha notado algo de hinchazón que no tenía en sus piernas.
Toma medicamentos para controlar la tensión alta desde hace 15 años y por edad ya se aplicó el refuerzo de la vacuna contra Covid 19 hace un mes. No ha modificado la receta y ha sido bastante juiciosa con sus remedios en estos últimos veintidós meses, pero la dieta no la ha llevado bien; tampoco tiene actividad física y de vez en cuando se toma sus traguitos; no muchos, dice. La pandemia la ha tornado angustiada, también se siente triste o deprimida, y ha tenido varios casos de familiares con el coronavirus; uno de ellos falleció por esta razón.
Le había dado mucho temor consultar por la posibilidad de contagiarse. Ahora que se decidió, no ha logrado obtener la cita con el internista-cardiólogo de la aseguradora que la trata regularmente. Ella combina su seguro obligatorio con un plan complementario que le permite un acceso más directo. Le tiene mucha confianza al médico, pero él anda desbordado de pacientes en su consultorio. Hace un mes le ofrecieron cita para dentro de sesenta días. No quiere cambiar de médico y la otra alternativa es ir por urgencias. pero no quiere, por la posibilidad de terminar hospitalizada.
Lucrecia no está sola. Como ella hay miles de pacientes en circunstancias semejantes. Personas con enfermedades crónicas diagnosticadas antes de la pandemia o que se encontraban en proceso de estudios y análisis con posibilidades diagnósticas de diabetes, hipertensión, artritis, enfermedades inmunológicas, cáncer, insuficiencia renal, alteraciones cerebrales o coronarias.
Han pasado veinte meses desde el primero caso diagnosticado de Covid-19, cientos de miles de pacientes se han represado para tener su diagnóstico, recibir su tratamiento o modificar los que venían tomando. El tercer pico pandémico en el país nos afectó mucho, no sólo por el exceso de casos presentado y la mortalidad que trajo consigo el Covid-19, sino porque retrasó demasiado la atención de los pacientes crónicos, así como el diagnóstico de otros más con esas condiciones médicas.
Nos encontramos en el mes en el cual se define la unidad de pago por capitación (UPC) que regirá para los regímenes contributivo y subsidiado en el año 2022. El cálculo del año pasado no incluyó el impacto que tendría el Covid-19 en el 2021, lo que adicionó un desbalance en la financiación del sistema.
Porque a lo anterior se suman otros factores que tienen a EPS e IPS en una precaria condición financiera. Primero, no se ha cancelado la totalidad de los recursos derivados del denominado acuerdo de Punto Final para saldar deudas atrasadas a esas entidades. Segundo, el tercer pico de la pandemia entre abril y julio de este año fue muy costoso en vidas, en gastos hospitalarios y deterioró adicionalmente las finanzas de las EPS y de las IPS. Tercero, se continúan presentando déficits por los requerimientos de pagos de atenciones no financiadas por la UPC y pagadas mediante el mecanismo de techos presupuestales, que pareciera que se agotó.
De acuerdo con los reportes de la Superintendencia de Salud, las EPS de los regímenes contributivo y subsidiado terminaron el año 2020 con un superávit de 585 mil millones de pesos. Cuatro EPS del régimen contributivo y siete del subsidiado mostraban un resultado negativo.
El panorama cambió a mediados de 2021; el déficit acumulado ya era de 203 mil millones para las EPS y ocho del régimen contributivo, once del subsidiado y una que opera los dos regímenes se encontraban con saldo negativo. La situación de las clínicas y hospitales no ha sido reportada claramente ante la Superintendencia, pero se presume delicada. Los pagos por canastas Covid-19 se agilizaron a partir de septiembre. Vamos a ver cómo termina el año financiero para el sector.
El año 2022 tendrá para el sistema de salud, entre otros, esos dos retos. El represamiento de la morbilidad por enfermedades crónicas y la tensión financiera que esperamos se ayude a corregir con un adecuado cálculo de la UPC que tenga en cuenta factores que se han mencionado. Lucrecia y miles de pacientes dependen de ello.
[1] Nombre cambiado por privacidad